De vez en vez, uno se encuentra en el camino con jugadores a los que el gran público, por algún motivo, desprecia. Y nada tiene que ver con su nivel de juego, porque varios de ellos alcanzan la excelencia. Algunas ocasiones no pertenecen a escuadras populares, o en contraste, juegan para conjuntos polémicos, con muchos seguidores pero con detractores también, como Dallas o Pittsburgh.
El nuevo caso en el que la gente parece que se puso de acuerdo es con Tim Tebow, el pasador de los Denver Broncos, quien pese a su estilo poco ortodoxo, y al que todo indica, su entrenador John Fox ha adecuado el sistema para sus facultades, ha acumulado números que lo respaldan. Y no estoy hablando de yardas, anotaciones, un alto porcentaje de pases completos o uno bajo en intercepciones: Tebow destaca en las cifras más importantes, ganados y perdidos, donde registra 4-1, con lo que ha puesto a los Broncos en la pelea por el título en el Oeste de la Americana.
En su segundo año en la liga, Tebow hace que un encuentro de los Broncos a la ofensiva parezca de las filas colegiales o de la NFL hace 60 ó 70 años. Mucho ataque terrestre, en el que se incluyen –como en la carrera para touchdown del gane el jueves pasado ante los Jets– optativas y receptores que lucen como espectadores. En la racha de tres victorias ante Oakland, Kansas City y Jets, tuvo 21 completos de 49 –por abajo del 50%–, 297 yardas, tres anotaciones sin intercepción. Y destaca que ante los “Jefes” sólo completó un par.
¿Y por tierra? Nada mal; en ese mismo lapso, ha llevado el balón 30 veces para 229 yardas, un muy buen promedio de más de siete yardas por acarreo y dos veces ha llegado a las diagonales.
Los puristas se le han echado encima, pero los aficionados de Denver deberían estar contentos. La que fuera una de las franquicias más dominantes de este deporte en las últimas décadas no califica desde el 2005 y, aunque Tebow sea un notable contraste con el presidente del equipo John Elway, quien era un pasador nato, ha encontrado formas de ganar. Desplazó de la titularidad a Kyle Orton y, de una u otra forma, nos hace recordar el porqué ganó el Trofeo Heisman y porqué condujo a un par de títulos colegiales a Florida.
Es de esos elementos que algo originarán en el terreno de juego, generalmente jugadas inesperadas. Fue tomado con la selección número 25 del Draft del 2010 y no se fue más arriba porque los buscadores señalaban que tardaría en desarrollar su mecánica para convertirse en un buen pasador. Lo curioso es que el tiempo les ha dado la razón, pero al mismo tiempo ya es titular y está sacando victorias.